La Junta de Gobierno Local celebrada ayer acordó la concesión a título póstumo del León de Oro de la Ciudad a Raúl Gómez Calvo, pintor y dibujante mirandés.
Nacido a orillas del Ebro en el otoño del 34, mirandés de generaciones como le gustaba decir a él, pronto sintió pasión por la pintura y la naturaleza. Cuando hablaba de su juventud siempre recordaba que prefería coger la bici, las pinturas y escaparse al campo a pintar antes de andar por el barrio con los chicos.
Completó los estudios de diseño de interiores en Zaragoza y ya en esa primera juventud participaba de la actividad cultural y social de Miranda. Desde engalanar carros para las fiestas de San Juan del Monte a ganar el concurso de carrozas de septiembre con sus amigos allá por la mitad del siglo XX.
De su faceta de pintor autodidacta enseguida obtuvo reconocimiento con numerosas exposiciones de sus cuadros dentro y fuera de Miranda. La temática predominante era el entorno rural, ese que tanto le hizo viajar por Castilla y León, infinitamente más que a destinos urbanos o costeros.
Comenzó a ganar multitud de concursos de carteles para fiestas de su querida Altami y San Juan del Monte, al punto que el ayuntamiento ya le encargaba directamente la realización de carteles para carnavales o la feria agrícola y ganadera. Carteles que por su dimensión más social que los cuadros, quedan como historia dibujada de nuestra ciudad.
El arte y la naturaleza, su gran pasión, pero por encima de ellas Miranda, Miranda, siempre Miranda. Con una generosidad y pluralidad más que intensa. Algunas de las asociaciones en las que participo muy activamente son el Cuadro Artístico Mirandés, grupos de danzas regionales como Puerta de Castilla o Mies, Asociación de Amigos del Camino de Santiago, Cofradía de la Nave restaurando su altar así como el de la ermita de San Roque, Asociación de los Faroles, parroquia de Santa María, parroquia de San Nicolás restaurando su paso del Domingo de Ramos, Asociación Mirandesa de las Artes, etc.
Colaboró con el ayuntamiento como jurado en los desfiles del blusa, de carrozas de septiembre, maquillando durante décadas a sus majestades los Reyes Magos a su llegada a Miranda, haciendo de jurado en concursos de escaparatismo en Navidades. La fundación Francisco Cantera era su segunda casa y así podríamos estar horas.
Sí, es mucho, pero no es todo, obligatorio hablar de su otro legado para la ciudad al margen del artístico, el laboral. Y es que como decorador ha dejado decenas de locales y comercios en Miranda y otras 17 provincias españolas que por desgracia van desapareciendo tan lenta pero continuamente que parece que no ocurre.
Mencionar algunos de sus trabajos es hablar de locales queridos para todos en esta ciudad como El Sandra, el Acuario, el Nakar, el Miami, el Avenida con su mural….mural como el de Maves, Virumbrales o los desaparecidos en el Mesón Castilla, Mesón España o Bar Baviera. Reformas en el Hotel Tudanca, discotecas como el Orosco o el Castellano salieron de su cabeza. Pero también peluquerías, comercios de alimentación, restaurantes, zapaterías, farmacias, oficinas o hasta el zaguán del ayuntamiento forman parte de su trabajo.
Hablar de Raúl es hablar de Miranda, un amor y dedicación por esta ciudad casi patológico. Falleció con 90 años. Quizá las últimas generaciones que desempeñen cargos institucionales no le conozcan, pero caminan y viven entre sus obras y pinturas repartidas por la ciudad. Para los demás, los más mayores, sabemos que otra persona como Raúl es imposible que se vuelva a dar en el mundo individualista en el que vivimos, donde pensamos que colaborar con nuestra comunidad es tirar el vidrio al verde.
Por eso es importante recordar a personas como él, con un sentido de hermandad y amor a su tierra irrepetible